trencacotxes

dimecres, 24 d’octubre del 2012

Ruinas

Mi vida esta en ruinas. Ahora. No siempre fue así. Hubo un momento en que tenia un trabajo, unos amigos, un proyecto de vida, unos sueños que cumplir. Ahora no. Ahora nada queda de eso salvo las lineas en el suelo como único testigo de que una vez hubo algo en este páramo que es mi vida.

  Cada día despierto igual, sin saber que día es, pues los lunes se parecen a los jueves y los martes a los sábados en un ciclo sin fin en el que nada tengo para fijar mi fecha. En mi cabeza ya no hay recuerdos de sueños, porque en mis noches ya no sueño. El café tiene el mismo color negro que mi ánimo. Comparten el sabor amargo.

 Mi ropa ya no tiene prendas de trabajo ni de ocio. Mi ropa solo tiene prendas cómodas para vivir informal en un mundo formal. Languidecen en el fondo del armario las prendas de vestir, compartiendo espacio con las botas de seguridad; unas botas que en otro tiempo odié y que ahora no consigo recordar porqué.

 Salgo de casa con ganas de ver gente, saber que hay del mundo, quizás con suerte encontrar esa oportunidad que en algún rincón me aguarda, pero solo encuentro el bar donde tomaré otro café esperando el momento de regresar a casa para comer.

 En casa no es mejor que en la calle. Vivo con una abuela que domina a la perfección el "noble arte" del menosprecio como muestra de cariño. Jamás mis oídos han escuchado una buena palabra o una muestra de afecto. Se que ella, a su modo, lo siente, pero no sabe mostrarlo.

  Sobremesa con "Salvame" y su parada de los monstruos catódicos. El mundo ofrece miles de cosas y ni una buena sale del aparato de televisión. Impaciento mientras espero el momento para volver a la calle a hacer nada.

 Por fin, de nuevo en la calle, miro algunos empleos de camino al bar, otra vez, ahora si para encontrarme con algún amigo. Últimamente solo uno. El resto, como desbandada de pájaros han huido de la tierra para esconderse en sus propias penas.

 Tarde en blanco con el amigo. Estamos igual de jodidos. Nuestros días son tan parecidos que podríamos intercambiarlos sin notar diferencia alguna. Pasa la tarde y regreso, de nuevo, a casa.

 Más televisión acompañada del noticiario de turno donde, por supuesto, el morbo y el exhibicionismo se adueñan del espacio dejando las noticias en simples anécdotas. Cena y más televisión.

 Me acuesto. Una única idea en la cabeza: otro día más (o menos, que ya no lo se). Un único sentimiento: añoranza.

 Mi proyecto de vida constaba de una pareja, un piso que compartíamos, unos gatos, bastantes amigos, algo de dinero (tampoco mucho) e ilusiones y sueños.

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